Sherlock en Scotland Yard

Cuando Sherlock volvió de la universidad con veintiséis años, tenía ya claro lo que quería hacer gracias al consejo del padre de su amigo Victor: convertirse en detective. Pero no sería un detective normal y corriente como tantos otros. Las cualidades de observación y deducción que desarrolló desde pequeño, sumadas a los inmensos y bastos conocimientos de psicología y química que había adquirido en Oxford, lo convertían en un detective único, un detective asesor, el único en el mundo, inventando él el puesto.

Su tía Elisabeth lo apoyaba en todo, y le parecía perfecto que lo que realmente le gustaba y se le daba bien fuera a lo que se dedicara, porque no dudaba de que Sherlock saldría adelante. Otra cosa era si el pequeño de los Holmes sería aceptado, ya que su trato con los demás no era ni agradable y bien recibido, desde nunca, pero Sherlock era más inteligente que ninguno, y a su debido tiempo tendrían que escucharle, y con el tiempo pedirle incluso su ayuda y colaboración.

Así, Sherlock fue a probar suerte a Scotland Yard. A los trece años intentó acudir a ellos por el caso de Carl Powers y no le tomaron en serio. Creían que era una broma, y les divertía que Sherlock a su tierna edad jugara a los detectives y dijera que algo raro había en ese caso, algo que ''gente tan incompetente y corta de midas no ve'', tal y como les dijo. La policía lo cerró a los pocos meses y no se supo nada más. Ahora Sherlock tenía veintisiete años. No era tierno, ni pequeño, ni era una broma. Nunca iba en broma. Siempre en serio, y no dejaría que le tomaran el pelo o lo repudiaran. Iba a dedicarse a eso, y pelearía. No se dejaría mangonear por nadie.

Consiguió, poniéndose firme aunque algunos le cogieron manía por su forma de ser, adentrarse en Scotland. Dejaban que fuera de vez en cuando y recogiera información. Fue en este momento cuando se le ocurrió la idea de la red de vagabundos. Más rápidos que la policía o que cualquier otra fuente informadora, los vagabundos le proporcionaban la ayuda necesaria para que la policía accediera a tenerlo allí.

A la edad de veintiocho años, Sherlock conoció al inspector Gregory Lestrade, un hombre alto y serio que le doblaba la edad y estaba centrado en su trabajo, ya que era lo único que tenía. Sherlock dedujo nada más verlo que su vida matrimonial no iba muy bien, y su poco o inexistente tacto con las personas hizo que se lo dijera a la cara nada más conocerlo. Lestrade se quedó atónito, primero porque había oído que un joven recién salido de la universidad se las daba de listillo por la central, y segundo porque al tenerlo delante, ver lo joven que era y observar de primera mano sus dotes deductivas, supo que ese chico podría hacer grandes cosas, que sería un buen hombre, pero no una buena persona si era así con la gente. No podía ir por ahí hablándole así a la gente, y menos a ''superiores'' suyos. Desde el punto de vista de Sherlock, sí podía, por supuesto que podía, ¿por qué no iba a hacerlo?

Hasta el momento Sherlock (ya con veintiocho años) pasó información e hizo favores a la policía, pero no había resuelto ningún caso, y lo necesitaba. Necesitaba que lo tomaran en serio. Se interesó en un caso que llevaba Lestrade, aunque este no quiso colaborar con él. No podía haber dos jefes en una investigación. Él era el inspector, el que sí trabajaba en Scotland Yard, y lo poco que había visto de Sherlock le decía que querría ser el que diera las órdenes. Se mantuvo firme en su postura hasta que vio que el caso no avanzaba y tuvo que pedirle a Sherlock ayuda. Este no se regodeó de que por fin se arrodillara ante él y le suplicara que entrara en el caso. Se limitó a acceder seriamente y a obedecer en la medida de lo posible, aunque seguía siendo Sherlock Holmes. Esta forma de actuar ante él hizo que Lestrade sintiera algo de curiosidad por Sherlock, además de quedarle claro que más de una vez lo necesitaría en un futuro. Podía ser pretencioso, altivo, irritante y que quiere tomar las riendas de todo él solo, sin ayuda, pero a veces se atascaba. Estaba empezando en esto y podía perderse un poco, y era Lestrade el que tenía que tenderle una mano amiga, ya que nadie más quería hacerlo. Sherlock nunca reconocería con palabras que poco a poco Lestrade se estaba convirtiendo en una persona importante para él. Después de años sin una figura paterna, Lestrade era lo que más se acercaba a ella.

Con esfuerzo, Sherlock, Lestrade y el pequeño grupo que llevaba la investigación (entre los que estaban la agente Donovan y el forense Anderson, que no aguantaban a Sherlock y este a ellos tampoco, intentando siempre que podía sacarles de quicio), consiguieron en un mes resolver el caso. De esta forma, Sherlock fue más de una vez llamado por la policía para que les ayudara, aunque el que más lo hacía era Lestrade, formando una alianza profesional entre ellos dos. Con los años hasta la actualidad, la relación de Sherlock y Lestrade se fue fortaleciendo y ahora el uno es indispensable en la vida del otro y viceversa.

(Lestrade y Sherlock en el 221B de Baker Street)